Entre la espectacularidad y el deseo. Razones epistemológicas para pensar el sujeto político

Mayra Sánchez Medina

Instituto de Filosofía.

Grupo de Investigaciones sobre Estética, Cultura y Arte.

“…Y aquella misma muchachita vuelve a recordar su saya. Si, es importante para un niño hasta el largo de un vestido. Los hierros se fundieron ya…”

Silvio Rodríguez

Detenidas ante la pantalla del mundo las ciencias humanas contemplan, absortas, el centellear de imágenes y flasheos fulgurantes. Mientras aguardan el desfile final -en este carnaval perpetuo en que parece haberse convertido el mundo- les resulta cada vez más difícil retrotraerse al “núcleo duro” de sus estudios particulares, donde, “seguramente”, no tienen cabida el ilusionismo y la espectacularidad. Las pautas están trazadas por siglos de sapiencia: tablas contundentes, y cifras, muchas cifras para los economistas; programas, formulas y ecuaciones para los matemáticos; métodos y valores para los pedagogos; estrategias y sondeos para los políticos… Nada que ver con las diatribas del deseo y las frivolidades que rondan los espacios de la vida cotidiana.

Este parece ser el sentido común de muchos de los académicos que opinan, describen y contemplan el paso arrollador de la comparsa desde atalayas consagradas por la tradición. Ubicarse a un lado u otro del estrado, no produce demasiada diferencia. De derecha o de izquierda, encontramos aquellos que manejan un discurso trasnochado, supuestamente transhistórico, sin salirse de las carrileras que el siglo XX modeló para ellos. Adormilados, transitan por los estrechos corredores de una afortunada vida académica, enfrentándose entre sí con conceptos y problemas eternos, imperturbables a los signos cambiantes de nuestra época. Una probadita de Aristóteles por acá; un epígrafe de Bachelard o de Foucault; un paseo con Gadamer…, y ya mantuvimos el estatus y las prestaciones por un año más.

También de un lado o de otro se encuentran los que podemos llamar, siguiendo a Eco, como apocalípticos, en tanto se parapetan, demoledores, tras supuestos valores superiores para arremeter contra estos signos. Nos interesan en especial aquellos que, disfrazados con bufandas rojas y boinas abombadas, se presentan a sí mismos como paladines de un mundo nuevo al que no saben cómo es posible llegar, en medio de tanta frivolidad y falta de cultura. Imaginémosles con la nariz estirada y el gesto condolido, desde otra forma de desprecio por “los mas” a los que pretenden “elevar”, “ salvar”, “representar”. A sus espaldas, el mundo sigue su curso espectacular.

Amén de razones ideológicas, éticas y políticas, a unos y otros les asisten razones epistemológicas. Pensando en contribuir en la renovación del pensamiento de izquierda, enfocaremos nuestra mirada hacia estas últimas razones, en el entendido de que en ellas se sintetizan conceptualmente las raíces de todas las demás.

En primer lugar, tanto el ostracismo intelectual de los inmovilistas como el hipercriticismo narcisista de los intolerantes, tienen una base común. Ellos prorrogan los principales pecados del racionalismo moderno, latentes entre nosotros en múltiples formas y texturas. Es posible que el legado más dañino que contienen, se encuentre en la vocación de escindir lo real en parcelas “ontologizadas” por la razón, que asumen como realmente existentes sin la menor suspicacia. Lo histórico, lo económico, lo antropológico, se instauran como dominios reales que flotan a su vez por sobre la distante y amorfa vida cotidiana. Tan arraigado ha estado este modelo, que el solo hecho de ponerlo en sospecha parece una afrenta al sentido común. Lo mismo ocurre en lo que pudiéramos considerar como otro de sus desaciertos epistémicos de partida, el hecho de pensar lo cultural como un espacio elitista, autónomo y exonerante, territorio del gusto, desconectado de las cosas “verdaderamente” importantes de la vida.

Una evidencia les ha pasado inadvertida a estos académicos: así como en otros momentos del devenir humano, la religión, el comercio marítimo o el desarrollo de la industria fueron protagonistas de las dinámicas sociales que organizan o condicionan, no se puede entender el mundo actual al margen de ese engranaje “culturalizado” que tanto perturba a unos y otros. Hoy podemos afirmar con Jameson que “resulta imposible determinar cuándo nos encontramos ante lo específicamente político o cultural o social o económico, sin olvidar lo sexual, lo histórico, lo moral y demás…” [en tanto] “…desde el valor económico y el poder estatal hasta las prácticas y la propia estructura de la misma psiquis – se han tornado “culturales”[1]

Si bien, afirmaciones como esta condimentaron las décadas finales del siglo XX, ciertos cientistas sociales parecen no haberse percatado de la connotación de esta emergencia de lo cultural en la escena social contemporánea. Las referencias a la cultura en espacios académicos no habituales como el de la filosofía, la economía o las ciencias políticas, siguen estando acompañadas del síndrome del mito y la extrañeza que escoltaron a lo artístico y lo cultural por más de dos siglos. Si no fuera por las implicaciones existenciales de tal secularización, se podría disfrutar el efectismo del tema y su garantía de éxito en cualquier auditorio. Muchos lo aprovechan con creces.

Herederos de la fragmentación moderna, parcelamos la sociedad y al hombre mismo en trozos inconexos que cada saber se ocupa de estudiar. Ubicamos al gusto, el goce, el entretenimiento en parcelas exonerantes del rigor económico y la racionalidad política. Al mismo tiempo, proyectamos una imagen del poder con gafas oscuras, gesto adusto y el semblante contraído. Pero así no funciona en el mundo real. Como nunca antes la dominación sabe bien; huele espléndidamente y solo deja ver su mejor perfil, trasmutado “camaleónicamente” para siempre agradar a quién le contempla. Es en este escenario donde debemos hablar del sujeto de la política.

Tal cual un organismo vivo, la sociedad no es solo huesos y no es suficiente que la observemos desde el visor de rayos x, o como un fulgor de sombras al fondo de la caverna. Aislar factores de última instancia que solo funcionan insertos en dinámicas sociales más complejas, sin las cuales resultan inexplicables, hace improbable un registro fidedigno de quiénes somos, así como, nos impide pensar productivamente en orientar la acción política hacia un cambio efectivo en la correlación de fuerzas en favor de las mayorías.

Más allá de cualquier otra reflexión posible, el asunto puede verse en su raíz epistemológica como la herencia latente de un modo simplista y mecánico de ver el mundo. Hoy, cuando la palabra dialéctica se presenta tendenciosamente como antigualla, la polémica filosófica en torno a la crisis de la metafísica y al descalabro de la razón instrumental nos muestra su total vigencia. Más de un siglo después de que se nos convocara a ascender “de la tierra al cielo“, a partir de los hombres “en su actividad real”[2], seguimos intentando pensar el mundo y al hombre desde un modelo simplificador que invisibiliza componentes insoslayables de su existencia.

Hemos divido al hombre en sus posibles roles como sujeto económico, político, sicológico, y, de algún modo, construimos una imagen del mundo que cobra existencia y se refracta en la mente de nuestra época. De recurso racional, método de indagación, medio epistémico, la abstracción ha resultado una especie de demiurgo, en tanto desde ella, lo real, se constituye desde la profusión de íconos y simulacros, respaldando la certidumbre de que ”lo que llamamos realidad, no es más que el cruzarse de interpretaciones que se componen en equilibrio siempre precarios.[3][1]

Acertar en nuestros enfoques va más allá del debate académico. Por razones obvias, es necesario identificar coherentemente quién es el hombre actual y cuales son sus intereses, relaciones, peculiaridades. Así lo enfoca José Luís Brea: “Nuestra relación con los discursos, con las formas de vida, con los programas éticos, con las teorías y los paradigmas críticos o científicos, todas ellas aparecen prefiguradas por la forma de la experiencia estética. El mismo sistema de los objetos se ha poblado, hasta la saturación, de elementos estetizados, de formas moduladas hasta la saciedad por el interés estético[4]”

Experiencia estética, elementos estetizados, interés estético ¿Hasta qué punto son considerados por las teorías actuales sobre el sujeto político? Escasamente. Aunque se ha hablado abundantemente del fenómeno de la estetización desde sus principales síntomas: iconización[5], simulación, hiperrrealidad,[6] carnavalización,[7] complacencia en el horror[8]…, frecuentemente no es tenida en cuenta cuando el análisis se mueve del plano social general a los ámbitos concretos de estudio de los saberes sociales vigentes; cuando se trata del tratamiento conceptual al hombre como sujeto de estos saberes.

Aún así, la estetización introduce nuevas variables a la vida y se instala como un problema para el discurso social que la toma como objeto. Aunque internacionalmente ha sido comprendida en sentidos diversos, –estetización como embellecimiento, profusión de simulacros, trivialización del mundo– epistemológicamente puede entenderse como la autoconsciencia general respecto a la presencia y significación del uso atomizado de recursos estéticos en todas las esferas de la vida social.

Este reconocimiento resulta toda una novedad luego de más de dos siglos en que lo estético se mantuvo “encerrado” en los predios de la belleza y el Arte[9]. La especialización de la esfera artística en la primera modernidad en la creación de valores y relaciones, designados como estéticos, redunda en una visión puritana del Arte, que en su condición de hegemonía, preserva para sí un espacio aséptico y moralizante marcado por la trascendentalidad.[10]Su tarea principal sería la producción de una belleza generadora de placer, de goce para ojos y oídos. En tanto la representación formal se instala como recurso y finalidad artística, lo mundano, vulgar y ordinario quedará fuera de este espacio sacralizado.

La Estética jugó su papel en aquella etapa y cualificó transhistóricamente modos y relaciones que solo eran propios de tal momento de auge del Arte en la consolidación del capitalismo. Serían los Románticos alemanes, los que, al introducir la belleza libre en el arte, separan los artefactos artísticos, creados por el artista genio, del resto de las creaciones humanas. Con ello, dan vida a la plataforma teórica básica para el elitismo conceptual de la Estética[11] que aún sobrevive.

Si por estético se entiende la apreciación de una obra de arte o, dicho de otro modo, si este solo puede existir a partir de una relación social reconocida como artística, cabría perfectamente atribuir al arte el origen de lo estético. Pero, si fuera posible pensar lo estético como un intercambio intersubjetivo de efectos sensibles, si se le enfocara como un hecho comunicativo, propio de las interacciones humanas en todos los tiempos y épocas, entonces, podríamos sumergirnos hasta la más remota antigüedad, justamente al proceso de formación del hombre social, en que el lenguaje le había distinguido del resto de los seres vivos. En este sentido, tal disposición sensible, generadora de la dimensión estética, se instala en la base de la posibilidad del arte, y no al contrario.

Aunque la Historia puede ser muy atractiva para los estudiosos, el ademán de reconstruir este suceso tiene para nosotros otro sentido. Al considerar la reducción epistemológica de la estética en el Arte, y sobre todo, en aquella noción de Arte, se explica por qué determinadas actividades humanas y relaciones quedaron fuera de su atención, demasiado comprometida con una época y un hacer establecidos. Al reconsiderar esta noción y la naturaleza del concepto de Arte heredero del pensamiento alemán a partir de los románticos, salta a la vista su tendenciosidad excluyente y normativa. Este concepto, con el que, lamentablemente, aún seguimos operando no sólo a nivel cotidiano, se presenta a sí mismo desde una validez supuestamente universal, que dista mucho de poseer.[12]. Ciertamente, “el termino arte no nos remite a un objeto descriptivo: es el correlato de un ideal evaluativo”,[13] su extensión se restringe al Arte autónomo europeo, devenido punto de llegada en la narrativa universal al que deben “ascender” el resto de los pueblos y culturas.

Por cerca de dos siglos las prácticas culturales de los pueblos y grupos sociales no hegemónicos; los procesos del arte industrial, la artesanía popular, los estilos de vida ordinaria; el diseño de útiles y espacios cotidianos, permanecieron ignorados por un corpus teórico que convirtió a la abstracción y al elitismo en instrumentos metodológicos.

Cuando asumimos el matiz valorativo de estos conceptos, fuentes de la restricción del campo del pensamiento estético, nos es posible distinguir desde otra perspectiva su lugar en el mundo actual. Al ser entendidos como expresiones del ideal artístico de una época que convierte la exclusión en su recurso constitutivo, se iluminan zonas del acontecer actual donde conviven y circulan indistintamente, junto a nociones más abiertas y emergentes.

Hoy, la presencia extendida de lo estético en nuestra vida se hace reconocible a partir del énfasis, la intensidad con que, de forma más o menos consciente, hemos incorporado el ejercicio sensible a nuestra existencia cotidiana. Dada la ambigüedad intrínseca del término raíz, lo estético, es prudente aclarar que esta manera de entender la estetización no se reduce, exclusivamente, al culto creciente por la belleza o el “atractivo formal de los productos.”[14] Junto al notable afán de “embellecimiento” que imponen la tiranía de la moda, la publicidad y los topsmodel, entre otros fenómenos similares, pululan la violencia, el horror y la muerte como condimentos nefastos de nuestro pan de cada día; el gusto por la presentación de lo “impresentable” como un rasgo de nuestro acontecer al que ya apuntara Lyotard,[15]ha desplazado el sitial hegemónico concedido a la belleza en la cultura occidental moderna y hace más complejo el análisis axiológico contemporáneo[16].

Independientemente de la cualidad de esta experiencia estética incesante que nos acompaña, (belleza, horror, comicidad), podemos afirmar con Mike Featherstone que a nivel factual, la estetización no es más que “el rápido fluir de signos e imágenes que impregnan el tejido de la vida cotidiana[17]”

Al introducir la perspectiva estética en el análisis del sujeto social en su desempeño político, estamos acercándonos a él en su actualidad estetizada. Se nos hace visible que, como nunca antes, ha sido conducido por la maquinaria social a dejar mayores espacios al gusto y al deseo. En sus roles de ciudadano, estudiante, creyente, productor, hijo, amante… lleva el sello de un entrenamiento sensible que responde a nuevas estrategias de comunicación e intercambio humanos nacidas de la universalización del mercado sobre plataformas tecnológicas espectaculares. Se trata de la preeminencia de lo visible, del imperio de la forma, que elevan a un rango socialmente perceptible el ejercicio del gusto y del estímulo sensorial, asociados, generando una situación de puesta en escena permanente a la existencia individual y social.

Los signos estéticos, agazapados tras formas y colores; sensaciones y sorpresas, placeres y emociones están presentes para él desde el anuncio del nacimiento, la experiencia religiosa, la búsqueda de empleo o la práctica deportiva; se extienden a la morfología de los objetos; impactan a las instituciones sociales y están presentes tanto en las relaciones privadas como en las públicas, en las prácticas culturales y políticas[18].

Entonces, cuando hablamos del hombre de nuestros días como sujeto estético no le ubicamos en un universo diferente o autónomo. Lo estético pertenece a la diversidad de atributos, esferas de acción y evaluación de lo humano, y no debe ser reducido a ninguno de sus reductos. La sensibilidad constituye la materia prima que subyace en todo intercambio social y se nos descubre como un canal comunicativo que funciona espontáneamente o condicionado por mecanismos culturales intencionados.

¿Cuánto hemos pensado este canal sensible fuera de los predios publicitarios, artístico-culturales o de asistencia sicológica? Muy poco realmente. Ni siquiera la escuela puede mostrar un aprovechamiento eficaz de este conducto, apegada como está a las emergencias tecnocráticas de producir “profesionales competentes” bajo la sombrilla instrumental del racionalismo. El abuso de la oralidad de los maestros que ignora la mantenida experiencia audiovisual de los alumnos; la tendencia a imponer información de espaldas a la interactividad ejercitada desde el juego y el mercado; la desconexión escolar de los abundantes referentes culturales que proporciona el Internet, o el cable, entre otros, ilustran un caudal inexplorado aún por los programas escolares.

Ante nuestros ojos emerge un nuevo “sujeto estético”, lo que no significa en modo alguno que se cumplió el sueño de Joseph Beuys y que todos somos artistas. Su “esteticidad” no puede juzgarse a la ligera, como un atributo asociado al ocio, el libre albedrío o la soledad del yo. Aunque estas instancias han debido ser reconsideradas desde que el capitalismo “descubrió” el rendimiento económico del tiempo libre y las bonanzas financieras de la industria cultural, habría que extirpar esta carga de “exoneración” del contenido del concepto. Es estético este sujeto, no por artista o espectador, sino por constituirse en consumidor estetizado: sus necesidades y relaciones fundamentales están siendo “intensificadas” estéticamente desde el mercado y los medios: en la privacidad del hogar, seleccionando una herramienta o desplazándose por la ciudad; esgrimiendo un rol profesional determinado, con su utilería, gestos y poses, pone en ejercicio sus gustos, preferencias, afinidades, y repudios más que en ninguna otra época anterior.

Hablar de este sujeto como estético, puede parecer un ataque de “pan-estetismo”, afín a otras tantas aberraciones intelectuales narcisistas. No es el caso. Nuestro propósito es llamar la atención hacia las nuevas coordenadas en que debemos pensar la política y sus dinámicas. Considerando que las dimensiones, formas, intensidades de los objetos que le rodean intervienen en sus decisiones; que despliega hábitos, costumbres y formas de vida en los que está presente el ejercicio, la saturación y explosión de determinados recursos, efectos, medios y relaciones susceptibles de ser consideradas como estético, podemos coincidir con Brea en que “sea cual sea su construcción de personaje, su autoproducción de subjetividad, ésta sólo puede aparecérsele satisfactoria al hombre contemporáneo si logra resolverla de forma estética” [19]”

En la actualidad, la tendencia general es el enfoque de estos fenómenos desde su sesgo negativo. Buena parte de los contemporáneos, ven en la “sociedad estetizada” o en sus atributos, la plasmación del “grado “Xerox” de la cultura[20]”, “la dulce decepción de la mirada[21]”, “una nueva forma de barbarie.[22]” Interpretarla como la llegada del ocaso, la depravación o la pérdida definitiva y fatal de los valores humanos, no conduce a ninguna opción constructiva y en ocasiones, encubre la añoranza por escalas y jerarquías establecidas desde un orden ajeno y excluyente, aquel que se constituyó desde una lógica colonial.

“Con el inicio del colonialismo en América comienza no sólo la organización colonial del mundo sino -simultáneamente- la constitución colonial de los saberes, de los lenguajes, de la memoria y del imaginario.” [23]La historia nos confirma el modo coherente en que estos elementos se articularon como herramientas simbólicas del poder imperial. Gracias a relaciones jerárquicas abstraídas paradigmáticamente tanto por la filosofía y demás saberes, como por el imaginario social, los valores cotidianos, la iconografía popular, las formas de gustar del europeo, poderoso, blanco, se convierten en modélicas y “universales” desde una sospechosa tendenciosidad que excluyó a los otros, a toda alteridad social, étnica, o cultural.

Por estas razones, el sentimiento de pérdida que experimentan las nociones apocalípticas respecto a la sociedad contemporánea, nos remite a una autoconciencia epocal del desgaste de la hegemonía simbólica del modelo cultural moderno. Al mismo tiempo, estas concepciones transpiran el escepticismo y la confusión propios de un momento transicional complejo. No obstante, los aires de inclusión, el espacio a las alternativas y la apertura a la diferencia, pudieran apreciarse también desde un matiz positivo.

Es preciso dudar de aquellas miradas pesimistas que hoy que asumen como pérdida la superación de un imaginario que fuera construido “colonialmente”. Una advertencia nos llega implícita: el modelo civilizatorio del capital logró penetrar hasta los lugares más recónditos de la sociedad, teniendo como aliados no solo a las ciencias sociales modernas, sino también a los sentimientos, lenguajes e imaginarios desde los que se han constituido el gusto y el sentido común.

Durante varios siglos, hemos menospreciado aquello que parecía de importancia menor bajo el imperio de la razón, la objetividad, la verdad. (No es casual que a los ojos de su fundador, Alexander Baumgarten, la Estética fuera considerada como gnoseología inferior). No escuchamos a Pascal cuando advertía de otras razones del corazón que la razón no conoce, pero la Historia se ha encargado de mostrarnos su agudeza.

Lander nos ha sugerido: “En los debates políticos y en diversos campos de las ciencias sociales, han sido notorias las dificultades para formular alternativas teóricas y políticas a la primacía total del mercado, cuya defensa más coherente ha sido formulada por el neoliberalismo. Estas dificultades se deben, en una importante medida, al hecho de que el neoliberalismo es debatido y confrontado como una teoría económica, cuando en realidad debe ser comprendido como el discurso hegemónico de un modelo civilizatorio.”[24]

Esta noción sistémica del capitalismo neoliberal como discurso, muestra la necesidad de trascender los análisis de las “últimas instancias”, que sólo resuelven una parte del asunto. El discurso neoliberal se sustenta en un modelo que se presenta “como una extraordinaria síntesis de los supuestos y valores básicos de la sociedad liberal moderna en torno al ser humano, la riqueza, la naturaleza, la historia, el progreso, el conocimiento y la buena vida“[25]. Esto nos permite poner atención en otros elementos que también han garantizado su prevalencia como sistema y que por lo general pasan inadvertidos: el modo en que este “modelo” ha penetrado al interior de la individualidad, en el campo de los gustos y preferencias, accionando desde el sentido común.

En este sentido, hablar de estetización, entendida como el crecimiento de componentes sensibles en nuestra vida, apunta a la identificación de aquellos resortes que hoy movilizan al ciudadano común a engrasar, con sus anhelos y apetencias sobre-estimuladas, la maquinaria económica del capital. Aunque fomentada desde un emplazamiento mercantil con una apoyatura tecnológica trasnacionalizada, sería fútil que nos desgastáramos en su enjuiciamiento. Más que buena o mala, positiva o negativa unilateralmente, la estetización es y habría que considerarla desde las posibilidades que el ejercicio sensible puede brindar al hombre[26] y deplorar en ella lo que de trivialidad y banalización contiene, que es bastante, dado su emplazamiento de mercado. Es una realidad, que debe ser asumida en todas las instancias, en tanto el individuo de hoy esta forjado desde ella. Asimismo, es una noción que transversaliza todo el saber social y que no compete exclusivamente a la Estética o los estudios culturales.

Nos estamos refiriendo a que lo estético funciona a través de un canal comunicativo del que generalmente no somos conscientes; esto nos hace vulnerables. Al estar siendo influidos estéticamente de manera permanente, es preciso que se nos prepare para escoger y desechar; que se nos ayude a escapar de las seducciones que la sociedad actual impone a los no prevenidos. Desde esta idea, la Educación estética no debe ser pensada sólo desde lo institucional, sino desde lo humano.

En este mismo sentido se articula otra consideración importante. Es incuestionable que los paradigmas juegan su papel como referentes necesarios del proceso educativo. La Educación se apoya necesariamente en modelos paradigmáticos que perfilan la imagen del individuo socialmente deseable; pero, todo proyecto educativo que tenga en cuenta el componente estético, debe incluir en sus bases la presuposición de que el individuo objeto de su acción no es “tabula rasa”, que su universo sensible contiene una historia precedente, un grado y una cualidad determinada.

Sin embargo, desde la visión tradicional, lamentablemente dominante, se presenta la personalidad estética sólo como aspiración; en sentido modélico, como excepcionalidad, como producto aséptico, idealizado. Se han confundido las proyecciones del ideal estético, de los paradigmas socialmente aceptados, con la disposición natural de los seres humanos a comunicarnos desde la sensibilidad y de ser portadores, cada uno de nosotros, de nuestra propia personalidad estética. Entonces, la personalidad estética no es sólo la meta a lograr: es punto de partida, objeto y fin del trabajo estético educativo.

En la época de los medios masivos de comunicación audiovisual, la educación estética tiene un caudal inmenso de desarrollo en todas las coordenadas educativas y ya no exclusivamente en las asignaturas del llamado ciclo estético[27]. ¡Que mejor campo de ejercicio estético-político, contrahegemónico que la propia sociedad estetizada! Ella nos moldea a través de sus imágenes, de sus seducciones mediáticas y su propuesta perenne a la ejercitación del gusto, por lo que queda sin sentido cualquier intento de negar la posibilidad actual de educar estéticamente. Si la escuela, la familia, las instituciones culturales no se sienten aludidas, “otros” lo harán necesariamente.

Por mucho tiempo consideramos la estetización de lo político, tempranamente identificada por Benjamín en las estrategias fascistas, solo desde su signo negativo[28]. Casi un siglo después habría que utilizar este conocimiento de manera más constructiva, en tanto no existe otra opción para lo político, ahora que la vida se ha estetizado. ¿Dónde radica la dificultad para asumir esta dinámica como legítima y necesaria?

Ciertamente, el obstáculo principal es epistemológico, aunque se acompaña de otros componentes éticos, históricos, culturales. En primer lugar, pareciera que estetización no articula con términos como izquierda, justeza, revolución, emancipación. A partir de su despliegue manipulador, la posibilidad del poder de ritualizar, significar y conmemorar su proyecto de dominación mediante el uso de un sin número de dispositivos simbólicos, ha sido enjuiciado hasta la saciedad por el pensamiento progresista. La espectacularidad de la sociedad capitalista, el uso que hace de la imagen y la publicidad, fueron centrales en la profética obra de Debord.[29]Para él, el “espectáculo” es la comunicación humana devenida mercancía. El líder situacionista fue capaz de vislumbrar como la “sociedad portadora del espectáculo no domina solamente por su hegemonía económica las regiones subdesarrolladas. Las domina en tanto que sociedad del espectáculo.

Sin embargo, atrapados por el prejuicio poco hemos reflexionado sobre la evidencia que nos descubre la relación hegemonía / dominación, desde el papel de los componentes simbólicos que aporta la espectacularidad en la actual fase impositiva del capital. Uno de los pecados de las izquierdas en el último siglo ha estado signado por el candor utópico de que la justicia brilla con luz propia y no necesita escenografía en su presentación pública. No hemos estudiado suficientemente cuánto aportó la imagen mesiánica de los barbudos al aliento revolucionario de aquel enero cubano; el trasfondo estético y político de la canonización popular del Che en la Higuera; el costo político de algunos desaciertos mediáticos. “La cortina de hierro” con que se cubre el amo imperial es marcadamente cultural; la batalla ideológica por un mundo nuevo, se ha vuelto sumamente compleja: entre otras cosas, porque “el manto de opacidad y notoria falta de transparencia en la autocomprensión que los sujetos sociales alcanzan a elaborar sobre sí mismos, sobre sus prácticas y sobre las relaciones que constituyen en el proceso de producción y reproducción de sus vidas, obstaculizan la toma de conciencia[30] “

Una posibilidad para favorecer la concientización y la autocomprensión de los sujetos sociales está en alejarnos de todo didactismo insulso y panfletario. Ya sabemos, gracias a la práctica estetizada de la vida, que no es suficiente blandir argumentos racionales en un mundo en que la gente funciona desde otros canales, que siempre estuvieron ahí, pero que ahora se encuentran en ejercicio permanente más allá de lo que podíamos imaginar. El hombre participa de lo político no solo desde condicionamientos racionales. La emoción, la simpatía, el fervor, el entusiasmo, generalmente menospreciados bajo la sombrilla del racionalismo occidental, juegan un papel importante en la toma de decisiones individuales y colectivas.

Podemos entender que Hollywood es superficial y nos vende sueños baratos; pero seguimos fantaseando, abiertamente o en secreto, con ser Brad Pitt o Angelina Joli. Consumimos a mares comedias románticas y han prendido entre nosotros todos los seriales de moda. Aunque la Coca Cola intoxica sigue siendo un negocio próspero, y no bastan los discursos contra la fast food, la Macdonals sigue en pie, como una de las tantas catedrales encomendadas a los nuevos dioses del deseo.

A pesar de un siglo de lucha antirracista y de la más reciente oleada de multiculturalidad, la maldad es “negra” y la policromía es kitsch, porque las normas del gusto llevan otros tantos siglos de ventaja en favor del hombre blanco, triunfador y atlético que aún proyectan los media. Si como se ha dicho, “sea cual sea su construcción de personaje, su autoproducción de subjetividad, ésta sólo puede aparecérsele satisfactoria al hombre contemporáneo si logra resolverla de forma estética”,[31]es preciso identificar el ámbito estético como un campo de batalla por el poder, un espacio plagado de mitos y complejidades, donde la aparente intrascendencia o la frivolidad se tornan es asuntos de extrema importancia.

Desde la izquierda hemos mirado estos fenómenos sólo desde la crítica y hemos perdido terreno. Hoy debemos estudiar nuestras estrategias de comunicación, comprendiendo la naturaleza del canal por el que deben transitar los mensajes para que impacten la diana de la participación.

Hemos tomado partido por el sacrificio y la austeridad, por el consumo responsable, por el amor al prójimo, por la emancipación y la solidaridad, en una época que promueve el individualismo, la superficialidad y el glamour idiotizante.

Entre los riesgos de la generalización de lo espectacular sobre nuestra manera de ver el mundo, resulta especialmente problemático el hecho de que todo se proyecte como signo, en un intercambio que se produce a escala formal gracias a la viabilidad tecnológica. Alejado de su referente, el signo se aligera, se torna superfluo, lo que condiciona una “trivialización” de los mensajes que ha sido profundamente criticada desde el pensamiento de izquierda.

En un mural gigantesco de la Ciudad de Holguín, en el oriente cubano, se presenta un trabajo del caricaturista Tomás Rodríguez Zayas (Tomy), creado a su vez para ilustrar un escrito periodístico de la revista El Caimán Barbudo. Precisamente este artículo giraba en torno a la comercialización de la imagen del Che, utilizada en contextos y objetos que no guardan relación alguna con su lugar en la Historia de Cuba y América. En el diseño de Tomy se aprecia un aliento positivo del asunto: aparecen cuatro cuadros que muestran a un joven que lleva una camiseta adornada con el rostro del Che; luego se va desvistiendo, pero al terminar de hacerlo, lleva esa misma estampa grabada en la piel de su pecho[32]. Habría que profundizar sin prejuicios, qué anima a algunos jóvenes adolescentes cuando usan estos artículos grabados con la faz guevariana ¿el espíritu revolucionario y rebelde del eterno guerrillero o un afán segregacionista, de sentirse “diferentes” o superiores a los demás? ¿Es que acaso no existe la posibilidad de intelectualizar, resignificar, descontextualizar, símbolos y signos que circulan como imágenes separadas de sus referentes?

Los atuendos rastafaris, la simbología corporal de las tribus urbanas, como también algunas frases históricas, la propia imagen del Che y de otras figuras emblemáticas, pueden ser objeto de una circulación trivializada y comercial al transitar como ‘elementos sueltos’ en contextos altamente volátiles por la omnipresencia mediática. Ello condiciona otros signos actuales como la crisis de la historicidad y la proliferación de simulacros que atentan contra los emplazamientos del hombre de hoy que necesita saber quién es, de dónde viene y adónde va. Dar la espalda, censurar, adoctrinar, no ha dado hasta ahora ningún resultado productivo. Se trata de asumir el reto de introducir nuestros mensajes en el canal. Nadie dijo que sería fácil.

En este universo estético expandido y descentrado, pletórico de imágenes y propuestas hay que considerar como una posibilidad lo que se reconoce como una “asimetría en el poder simbólico[33]”. Fragmentado por la propia segmentación de los públicos y emplazado en el incesante movimiento mercantil, se hace posible la participación de nuevos actores sociales, no a partir de posturas seudodemocráticas, sino a partir de la propia lógica racionalista del capital, “donde convive la hegemonía con inéditas posibilidades de minarla, subvertirla y desplazarla.[34] El asunto sigue siendo de hegemonía.

Si asumimos que el ser humano real piensa, siente y actúa como un todo, debemos enviar señales que impliquen no solo a la racionalidad, la lógica y la razón, haciendo notar nuestras maneras de ser y sentir, generando alternativas que impliquen a la sensibilidad. ¿Es que acaso no debiéramos aprender del modo particular en que funcionan las llamadas tribus urbanas cuyas propuestas atrapan a multitudes de adolescentes en todas las ciudades del mundo? ¿Es más “honorable” hacernos a un lado o aceptar que nos han ganado la partida ante el vacío de propuestas que encaminen, de modo más progresista, su natural rebeldía ante un mundo que los enajena?

Proveer a nuestros jóvenes de acicates para encontrar su rumbo es la misión de artistas, comunicadores, maestros, políticos. El reto es revertir la liviandad de las imágenes y resignificarlas, dentro de los mismos canales en que estas circulan. Si el poder se torna “seductor”, la resistencia debe vencer aquellos prejuicios contenidistas que nos sembró el tristemente célebre realismo socialista y plantar batalla también en el terreno de la forma. Seguramente, allí no bastarán nuestras razones epistemológicas. La ética, el compromiso y la capacidad de desear serán nuestras mejores armas para crear una legítima “esteticidad” política, afín al modelo de ese mundo mejor y posible que anhelamos.

[1]Frederic Jameson. Estética y Geopolítica. Cine y espacio en el sistema mundial. Edit Paidós, España, 1995, p. 159.

[2] “… En contraste directo con la filosofía alemana, que desciende del cielo a la tierra, ascendemos aquí de la tierra al cielo. Dicho de otro modo, no partimos de lo que los hombres dicen, se imaginan y representan, ni de aquello que son según las palabras, el pensamiento, la imaginación y la representación de los otros, para llegar a los hombres de carne y hueso; no es así; partimos de los hombres en la actividad real, a partir de su proceso de vida real, mostramos los desarrollos, reflejos y repercusiones ideológicas de este proceso vital…” La ideología alemana, en F. Canals, Textos de los grandes filósofos: Edad contemporánea, Herder, Barcelona 1990, Pág.14.

[3] Vattimo, G. El Arte. De la Estética a la Historia. Realidades, Montevideo, octubre 1994. p. 7

[4]Brea, José Luis.La estetización difusa de las sociedades actuales y la muerte tecnológica del arte.En: La era Posmedia http:// www.joseluisbrea.net

[5] Brea, José Luis.La estetización difusa de las sociedades actuales y la muerte tecnológica del arte.En: La era Posmediahttp:// www.joseluisbrea.net

[6] “…Todas las utopías del siglo XIX y del siglo XX, en cuanto se realizaban, ahuyentaban la realidad de la realidad; nos han dejado en una hiperrealidad vaciada de sentido ya que toda perspectiva final ha sido como absorbida, digerida, dejando una especie de residuo en la superficie, sin profundidad…”Jean Baudrillard. http://tijuana-artes.blogspot.com/2005/03/la-ilusion-y-la-desilusion-esteticas.html

[7] En, “A paso de cangrejo. Artículos, reflexiones y decepciones, 2000 – 2006″ ed. Debate. Barcelona. 2007. Umberto Eco analiza la carnavalización de la vida actual que va “A paso de cangrejo” -es decir, hacia atrás parece caminar la historia en este nuevo milenio. Todos los avances científicos y los progresos democráticos que auguraban un espléndido futuro se han convertido en conflictos e insatisfacciones. – El mundo no va bien –dice Eco.

[8] Ver: Julia Kristeva. Aproximación a la abyección. Revista de Occidente, No. 201, 1998, págs. 110-116

[9]La Estética, hija dilecta de la filosofía Moderna se encaminó por el sendero de la autonomía de la mano del Arte y la Belleza, desconociendo otros terrenos que hoy se nos develan como pertinentes a su mirada. No es casual la coincidencia histórica respecto a la cristalización de la modernidad y el proceso de autonomía del arte, iniciado desde el Renacimiento en la cultura occidental. Podría decirse, que en la conjugación de ambos acontecimientos, radica la necesidad y posibilidad histórica del nacimiento de la Estética como saber. Por una parte, el floreciente capitalismo, con sus cambios estructurales en la distribución de la riqueza, su discurso de la libertad y la emancipación, su culto al hombre autónomo, haría posible la reflexión antropológica en ciertas facetas de la vida, recién visibilizadas. Si tomamos en cuenta que la “libre elección”, frase dilecta de los enciclopedistas, sólo era efectivamente posible en el terreno de los gustos y las preferencias artísticas, se entiende el lugar del pensamiento estético moderno en el edificio ideológico del capital.

[10]El arte puede ser entendido desde tres rasgos: “1.- La dignidad estética de los temas u objetos a los que se aplicaba el arte, 2. – La categoría humanista de las facultades ejercidas en, o suscitadas por el arte; 3. – El valor “trascendental” (subjetivo, ontológico, práctico, etc.) de las experiencias formales en las que residía, a la vez, su sentido y justificación” De Ventos, Xavier. La estética y sus herejías. Editorial Anagrama. Barcelona, 1980. Pág. 29

[11] En esta teoría “…el discurso filosófico se apodera… de las artes, tanto en lo que se refiere a su función como a su contenido. En ese sentido la sacralización del Arte y la génesis de una teoría especulativa del Arte son indisociables…. Esto explica sin duda porqué la tradición filosófica alemana, nacida de la tradición romántica, siempre se cree obligada a desarrollar también una teoría del Arte y a reservarle un lugar estratégico en la construcción metafísica global. Arte ontológico y metafísica del arte se condicionan recíprocamente…”Ver: Jean Marie Shaeffer. El arte de la Edad Moderna. La Estética y la filosofía del arte desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Trad. Sandra Caula. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Venezuela, 1993, pág. 90

[12] ”… las definiciones de esencia que la teoría especulativa propone, son siempre en realidad proposiciones valorativas ocultas: en vez de describir las artes, la teoría especulativa construye un ideal artístico…” Jean Marie Shaeffer. O.C., pág. 53 (El subrayado es de la autora de este texto.)

[13]Jean Marie Shaeffer. O.C., pág. 453.

[14] Para Vattimo “…se puede hablar de estetización general de la vida en la medida en que los medios de difusión que distribuyen información, cultura, entretenimiento, aunque siempre con los criterios generales de “belleza” (atractivo formal de los productos), han adquirido en la vida de cada cual un peso mayor que en cualquier otra época del pasado” Vattimo, Gianni . El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna. Barcelona, Gedisa, 1996. p. 52

[15] Ver de J. F. Lyotard: La posmodernidad (explicada para niños). Tr. Enrique Lynch. Madrid: Gedisa, 1986; Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998.

[16] Al respecto de refiere la autora en: Opacidad y complejidad. Aproximativas al horizonte estético- axiológico del presente. Revista Cubana de Filosofía. Edición digital. Nro 5. Enero/Abril 2006 http://www.filosofiacuba.org

[17]Mike Featherstone. Theory, Culture & Society. SAGE, Londres, 1996. Pág. 270

[18] Sobre la estetización de la política se refiere la autora en “Estética y poder. Aproximaciones a la estetización de la política” En: Duharte, Emilio, (Comp.) “La política. Miradas Cruzadas.” Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006.

[19]“Brea, José Luis. O.C.

[20] “…Se trata entonces justamente de la desaparición de esa lógica, proporcionalmente inversa a la de la producción de cultura. He empleado para ello una expresión, más bien un juego de palabras: el grado “Xerox” de la cultura, que, por supuesto, es a la vez el grado cero del arte, el del vanishing point del arte y de la simulación absoluta”

Baudrillard, Jean. La simulación en el arte. http://tijuana-artes.blogspot.com/2005/03/la-simulacion-en-el-arte.html

[21]J. F. Lyotard. “…Occidente actualiza su nihilismo contemplando los ideales arruinados que deja tras sí, con una satisfacción melancólica…” Moralidades Posmodernas. — Colección metrópolis, Editorial Tecnos, Madrid, 1996. Pág.161

[22] “…por qué la humanidad, en vez de alcanzar un estado verdaderamente humano, se hunde en una nueva forma de barbarie…” M. Horkheimer – T. Adorno: Dialéctica del Iluminismo. Editorial Sur, Buenos Aires, 1970 Pág. 176.

[23] “… La conquista ibérica del continente americano es el momento fundante de los dos procesos que articuladamente conforman la historia posterior: la modernidad y la organización colonial del mundo.” Ver: Edgardo Lander. Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos. En: La colonialidad del Saber. Eurocentrismo y Ciencias Sociales, Clacso, 2005. p. 11

[24] Lander, Edgardo. Ciencias sociales: Saberes coloniales y eurocéntricos. En: La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO; 2005, Pág.8

[25] Lander, Edgardo. OC, Pág.8

[26] Desde principios del siglo XX se ha producido el “descubrimiento” del cuerpo, que se hace visible desde su imagen, como estructura y presentación. El “destape”, que a simple vista impacta la moda y el espectáculo, puede ser considerado en otras dimensiones más profundas. Por ejemplo, este “enfocar” socialmente el cuerpo, posibilita los regímenes de auto-cuidado corporal, que contiene sus tiranías – la de la delgadez, que ha tenido detrás, según M. Featherstone (Ver: Featherstone, Mike. El Cuerpo: proceso social y teoría cultural: Sage, Londres, 1993), a varias industrias como Hollywood o la de los cosméticos y condiciona flagelos como la anorexia – pero también reporta algunos logros, – el cuidado de la salud, las campañas contra la obesidad, la práctica de deportes y las formas saludables de vida que ocasionalmente encuentran un espacio mediático. Sustanciales han sido las búsquedas en el territorio de la sexualidad, en la que tanto camino aún hay que recorrer, y, no menos importante, la aceptación del cuerpo como parte del propio yo, y no como el sostén de la cabeza, tal cual lo proyectó la cultura occidental racionalista y puritana.

[27] Así se denominaron en Cuba a las asignaturas de apreciación musical y plástica introducidas en la enseñanza general.

[28] “El fascismo intenta organizar las masas recientemente proletarizadas sin tocar las condiciones de la propiedad que dichas masas urgen por suprimir. El fascismo ve su salvación en que las masas lleguen a expresarse (pero que ni por asomo hagan valer sus derechos). Las masas tienen derecho a exigir que se modifiquen las condiciones de la propiedad; el fascismo procura que se expresen precisamente en la conservación de dichas condiciones. En consecuencia, desemboca en un esteticismo de la vida política”. 1]Benjamín, W. La obra de arte en la época de su reproductividad técnica, Epílogo. p. 55

[29] Me refiero a La sociedad del Espectáculo de Guy Debord. http://www.debord.espect.htm

[30]Kohan, Néstor. Marx en su (tercer) mundo. Hacia un socialismo no colonizado. Centro de Investigación y desarrollo de la cultura cubana: Juan Marinillo. Ciudad de la Habana, 2003. p 141

[31] Brea, José Luis. O.C.

[32] Publicado en juventud Rebelde el 9 de agosto de 2008. Ver:

http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2008-08-09/instalaran-mural-ceramico-dedicado-al-che-en-la-ciudad-de-holguin/

[33] Hopenhayn, Martín. Orden Mediático y Orden Cultural: Una ecuación en busca de Resolución En: Revista: Pensar Iberoamérica. http://www.campus-oi.org/pensariberoamerica/#la

[34] “… La tercera razón para no desalentarse es que actualmente los márgenes e intersticios pueden convertirse en espacios protagónicos. Es tan dinámico el movimiento interno de las comunicaciones, y tan vertiginosa su proliferación de signos y símbolos, que un movimiento periférico puede rápidamente captar audiencias masivas y devenir noticia… cada punto de entrada encuentra muchos puntos de salida. Se pierde, con ello, la proporción entre el tamaño de la puerta y el volumen de la circulación. No importa por dónde uno entre, sale por todos lados y circula en todos los espacios…. Hopenhayn, Martín. Orden Mediático y Orden Cultural: Una ecuación en busca de Resolución En: Revista: Pensar Iberoamérica. http://www.campus-oi.org/pensariberoamerica/#la

 

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