Derrida con d de differánce o la im-posibilidad de ser-uno-mismo

Esta intervención, no solo altera aquello que Derrida planteó y defendió como proyecto político, la differánce. Este espacio no es el “ahí” de Jacques, si no ante la imposibilidad radical de que sea Jacques estas líneas son rasgaduras del espacio para inscribir desde mí a Jacques, mi Jacques, mi Derrida, en este caso, ¿mi Derrida deconstruye a Derrida? Quizá.[1]

            Cualquier trazo o intento de respuesta queda en medio del querer-decir y del sentido, por una parte, el querer decir atrapado en el lenguaje intenta aprehender a Jacques desde Derrida, desde el autor, el maestro, el filósofo, el literato, el poema, la ficción que fue Derrida para Jacques. Los límites del querer decir se establecen cuando Derrida es Jacques el judío, el argelí, el paria, el de ninguna parte, el inasible, lo imposible.

            Derrida en algún tiempo señaló que cualquier texto es en cierta medida autobiográfico, y si esa sentencia se cumple, este Derrida está marcado por mi biografía y por su biografía. Este trazo es mi Derrida y mi imposible Jacques. Si pudiera, el sentido acercarse sería, Derrida bio y grafía, vida y texto.

Differánce punto de fuga

La differance como juego sistemático de las diferencias, de las huellas de las diferencias, permite relacionar unos términos con otros (Derrida, 1977), este juego de posiciones produce remisiones de elementos ausentes, un discurso es el eco de sí mismo y huella de otro al mismo tiempo, no es la pura presencia y/o ausencia, sino un poco de ambas careciendo de ellas.

Differance, juego de palabras o relaciones entre huellas, es una de las operaciones centrales en el pensamiento derrideano, al menos en lo que se refiere a ciertos conceptos primarios (logocentrismo, falogocentrismo, diseminación, deconstrucción, grafía que se relacionan entre sí). Para comprender el uso que Derrida hace de ellos, es relevante apuntar que un texto es parte de otro más amplio, cuyo sentido se encuentra diferido, desvaído, desviado. Un texto es huella o eco infiel de otro situado en su margen, un tejido: liaisons de texte. Empero, si un texto, remite a otro, nos enfrentamos al problema del discernimiento, donde comienza uno y hasta donde extiende sus redes.[2] Al respecto, recupero el siguiente planteamiento de Badiou:

La tesis de Derrida, la constatación de Derrida, la fuente del deseo de Derrida es que, cualquiera sea la forma de imposición discursiva, existe un punto que escapa a esta imposición que podemos llamar “punto de fuga”. Yo creo [dice Badiou] que la expresión debe ser tomada aquí lo más literalmente posible. Un punto de fuga es un punto que, precisamente, se fuga, huye de la regla del dispositivo de imposición…[Por ejemplo:] Cuando Derrida propone el concepto de diferancia (differance), quiere hacer oír un término único que active la distinción ser/ente en su punto de fuga. Derrida pone en fuga lo que subsiste de oposición metafísica en la diferencia ser/ente, de manera que se capte la diferencia como tal, en su acto (Badiou, 2011: 123 y 126).

Es importante señalar que el gesto derrideano de la differánce es un gesto político (que radica en la apertura a la irrupción) no solo en la constatación del diferimiento del sentido y del tiempo, también en un deslizamiento:

Derrida instaló en el lenguaje ese deslizamiento..trató de decir que toda palabra verdadera es un deslizamiento. Una palabra no es una referencia, no es un significante es un deslizamiento, un deslizamiento entre ser y existencia. Una palabra suena justa cuando desliza según lo inexistente…tenemos que mostrar el punto de fuga haciendo fugar la lengua. Debemos tener una lengua de fuga. Solo podemos organizar en el lenguaje una mostración de lo inexistente si empleamos una lengua que soporta inexistir (Badiou, 2011: 123 y 126).

Como puede observarse, la differánce como punto de fuga solo tiene lugar en la hiancia, ahí entre hiato-hiante. En lo no decible, en lo indecidible. Si como dice Badiou, se pone en fuga lo que subsiste como oposición metafísica en la diferencia ser/ente, es posible pensar que la differánce como el espacio de irrupción. En esa dirección, los sentidos se deslizan permanentemente, no pueden establecerse desde la estructura lingüística, desde su querer decir. Entonces, la differánce establece un modo de hiancia, que ya no se finca totalmente en el decir:

Se dice demasiado a menudo que el performativo produce el acontecimiento del que habla. Ciertamente. Hay que saber también que, inversamente, allí donde hay performativo, un acontecimiento digno de ese nombre no puede ocurrir. Si lo que ocurre pertenece al horizonte de lo posible, incluso de un performativo posible, no ocurre, en el sentido pleno de la palabra (Derrida, 2002: 72).

Differánce como un modo de hiancia se identifica con el espacio de apertura por donde un texto remite a otro, esa primera instancia de diferimiento si bien se realiza en el terreno del lenguaje, del cálculo, de lo posible, no clausura el deslizamiento. Precisamente, porque detener el deslizamiento es imposible (desconstrucción) también es imposible agotar en la instancia del texto, del ser del texto.

Mientras yo puedo producir y determinar un acontecimiento mediante un acto performativo garantizado, como cualquier performativo, por unas convenciones, por unas ficciones legítimas…lo que me ocurre sigue siendo todavía controlable y programable dentro de un horizonte de anticipación o de pre-comprensión… Pues el puro acontecer singular de lo que ocurre, de lo que me ocurre o de quien llega (lo que denomino el/lo arribante) – si lo hay, si hay algo semejante – implicaría una irrupción que hace estallar el horizonte, interrumpiendo toda organización performativa, toda convención o todo contexto convencionalmente dominable (Derrida, 2002: 71-72).

Entonces, la differánce como espacio, es una instancia del querer decir que remite a lo no dicho, instancia que también incide en la borradura del tiempo, como juego de presencias/ausencias, el diferimiento del texto transgrede la secuencia, el cálculo y la cronología del tiempo. El diferimiento no solo implica un tejido de huellas visibles, sino que sangra la hiancia para lo no dicho, que no es equivalente a lo no pronunciado, sino a lo imposible de ser dicho, al acontecimiento, a lo que está por-venir. Por eso hablar de uno-mismo es una tarea imposible, pues hablar de uno y formar un relato sobre sí mismo conlleva al menos los siguientes retos: reconocer a los otros en nosotros, a ellos en nosotros, identificar el tejido de huellas que somos, así hasta llegar al límite del uno-mismo, lo imposible.

            Al comienzo de mi presentación quise decir que este trazo, esta differánce es mi trazo de Derrida, pero eso es imposible. Es quizá un hilo un tejido que se enreda en un mismo nombre.

 [1]Este trabajo forma parte de una investigación sobre trayectorias académicas y narrativas biográficas.

[2]No hablaríamos aquí de los límites del texto sino de contextos.

Referencias

Badiou, Alain. (2011). Pequeño panteón portátil. Argentina: FCE.

De Peretti, Cristina. (1989). “La violencia del discurso metafísico”. En Jacques Derrida. Texto y Deconstrucción. Barcelona: Ántropos. Pp. 23-68.

Derrida, Jacques (2002). Universidad sin condición. París: Mínima Trotta.

Derrida, Jacques (2001). ¡Palabra! Instantáneas fi losófi cas, Madrid: Trotta.

Derrida, Jacques. (1967/ 1985). La voz y el fenómeno. Valencia: Pretextos

Derrida, Jacques (1972/1998). Márgenes de la filosofía. España: Cátedra.

Derrida, Jacques (1986). Parages, París: Edic. Galilée.

Derrida, Jacques (1985). De la Gramatología. México: Siglo XXI.

Derrida, Jacques (1977). Posiciones. Valencia: Pretextos.

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