Literalidad. Un acercamiento a la cuestión del “poder de la palabra”

Literalidad
Un acercamiento a la cuestión del “poder de la palabra”

José Francisco Barrón Tovar

La similitud debe ser sustituida por la casualidad.
Friedrich Nietzsche. Fragmento de 1872

La metamorfosis es lo contrario de la metáfora.
Gilles Deleuze y Félix Guattari. Kafka. Por una literatura menor

A la pregunta sobre cuál es nuestra relación con el lenguaje, lo que el lenguaje hace con y sobre nosotros, los sofistas griegos respondían con el concepto de “improvisación”, de persuasión kairológica, nosotros modernos respondemos con la interpelación ideológica. Cuestión problemática es determinar aquello que hizo dable que el poder de persuasión kairológica del lenguaje decantara en lo ideológico. Puesto que la posibilidad de pensar el poder persuasivo del lenguaje en términos de interpelación es un efecto del empobrecimiento de las condiciones de padecer, de empobrecidas condiciones de la producción de la experiencia.
Nos suena a desafío eso que Filóstrato nos refiere sobre el sofista griego Gorgias:

“Parece que [Gorgias] fue el primero en hacer discursos improvisados. En efecto, en cierta ocasión fue al teatro de los atenienses y, con toda audacia, dijo: «Proponed un tema»; y por primera vez realizó la ardua hazaña de pronunciar un discurso en estas condiciones, demostrando […] que podría hablar sobre cualquier cuestión confiándose en la ocurrencia del instante.”

Lo que nos interesa en lo referido se halla en que con su capacidad de hacer discursos según lo que acontece, ese inventor de prosbolei que presumía dominio sobre sí mismo y llevar una vida digna de ser vivida, le ha lanzado un reto a la concepción moderna de nuestra relación con el lenguaje. Pues su capacidad para llevar a cabo un epi kairou legein, según consigna el texto griego, somete toda palabra a la exigencia de la respuesta conveniente a lo que acontece –lo que Baltasar Gracián llamaba “la urgencia de lo conceptuoso”. Y eso es lo que nos suena raro: que un discurso pueda llevarse a cabo confiándose a la ocurrencia de lo que pasa, uno capaz “[...] de, según la fórmula de Jacqueline de Romilly, dominar la ocasión y [...] plegarse a la oportunidad (lo que los griegos llaman el kairos).” Y es que esa capacidad de proferir discursos entregándose a lo que acontece era lo que Gorgias llamaba en su Elogio de Helena “el poder de la palabra”.
Lo que nos suena extraño, lo interesante para nosotros, es la especificidad técnico-lingüística del valor kairós que el sofista de Sicilia pone en operación. Herederos del historicismo tenemos el hábito de leer el kairós en sus términos, como coyuntura o circunstancia, aún como crisis. Y las maneras en que podemos traducir la palabra griega kairós no vierten el sentido de lo que hace Gorgias. Así kairoV puede ser entendida por nosotros como la medida conveniente o la justa medida; el momento oportuno, el tiempo favorable, o la ocasión; la oportunidad o la conveniencia; la ventaja o la utilidad; el tiempo presente o el lugar conveniente. Lo que queda fuera de reflexión sobre el kairoV en ese hábito y en esa disciplina filológica nuestros es el sentido y el valor técnicos de su uso, aquello que según Jean-Pierre Vernant los sofistas buscaron: “[...] la elaboración de una especie de filosofía técnica, de una teoría general de la tecne humana, de su éxito, de su poder.” Lo que queda fuera es que ese funcionamiento poético-técnico del lenguaje producía efectos estético-políticos sometidos al kairós, eso es lo que los sofistas griegos llamaban piqanon o persuasión.
En la antigüedad griega el valor kairós funcionaba como un sensus communis para las técnicas del pensamiento y del lenguaje. Varios autores pueden venir en nuestra ayuda para mostrar su carácter convencional. Pueden testimoniar de ello incluso aquellos filósofos reticentes a darle al kairoV su lugar central en el pensamiento y cuya tarea era estropear y desgastar su uso, así como reformular en términos pedagógico-políticos lo piqanon. Por ejemplo, para Platón, quien sigue en esto a toda la tradición griega, la tecnh consiste en utilizar ciertas fuerzas (dunames) en un tiempo favorable (kairw) y como conviene (en ti deonti). Así, en República afirma que “[...] cuando al hacer una tarea se ha dejado pasar el buen momento [kairon], para […el trabajador] todo está perdido.” De allí que en el Fedro afirme que para dominar la técnica de la psicagogía, además del conocimiento de los tipos de alma de los hombres, se debe poseer el conocimiento del “[...] tiempo de hablar y el de abstenerse de hacerlo y discernir la oportunidad de un discurso [...]”. Otro ejemplo. Aristóteles en la Ética a Nicómaco escribe que “Menester es que quienes han de actuar atiendan siempre la oportunidad del momento [kairon] como se hace en la medicina y el pilotaje”. Por ello en su Retórica define la técnica retórica como “[...] la facultad de teorizar lo que es adecuado en cada caso para convencer.” Y según él, en esta capacidad de pensar y hacer uso del valor del caso, “[...] la retórica se reviste con la forma de la política [...].” Las filosofías de Platón y Aristóteles se elaboraron en contra los valores de la retórica, pero enuncian adecuadamente ese entramado sofístico entre política-lenguaje-técnica que tanto perturba nuestros hábitos modernos.
Pero la especificidad de la productividad kairológica del discurso gorgiano se nos hurta aún. Quizás indagando un poco más el sentido de kairoV podamos pensar lo que Gorgias concibe como poder del lenguaje. Jean-François Lyotard, en la serie de conferencias sobre Nietzsche y los sofistas llamada La lógica que nos urge, ha caracterizado el kairoV como “[...] el momento sobre el cual es preciso saltar si se quiere ganar.” Por su parte, Marcel Detienne afirma que el “orden del kairos” es “[…] el tiempo de la acción humana posible, el tiempo de la contingencia y la ambigüedad.” Y Vernant dice que es “[...] ese momento en el que la acción humana acaba [por…] encontrar un proceso natural que se desarrolla al ritmo de su propia duración.” Y aquí, en este entramado de lenguaje-acción-tiempo, es donde nuestros hábitos historicistas empiezan a funcionar y les ganan incluso a aquellos pensadores más duchos en lo griego. Pues cuando tratamos de concebir un kairoV discursivo nos imaginamos un curso temporal al que debemos amoldar nuestras acciones discursivas. Por un lado el proceso real que se da automáticamente y por otro el lenguaje que debe decirlo. Nada más alejado a lo que Nietzsche llama “la adoración divina de lo dado” o lo que Althusser llamó “mito religioso de la lectura”, que el proceder kairológico gorgiano. Y es que para el sofista lo piqanon señala la relación kairológica del hombre con el lenguaje, señala nuestra potencia de improvisación.
En la modernidad es Nietzsche quien reformula más enfáticamente para el pensamiento y las prácticas esos valores kairológicos de la sofística griega. Así escribe: “Para hablar correctamente hay que tener presente […] lo conveniente [y...] los siguientes criterios: a quien y ante quien se habla, en qué momento, en qué lugar, con qué ocasión.” Pero esta reformulación la lleva a cabo contra ese habitual desprecio que nosotros los modernos dirigimos hacia el carácter artificial del lenguaje y contra nuestra preferencia por un “empirismo burdo” en su uso. Puesto que si Nietzsche afirma que “[…] el lenguaje en cuanto tal es el resultado de artes puramente retóricas”, es porque nos alerta sobre esa creencia moderna de “[…] que manejamos la lengua de un modo burdamente empírico […]”. Pero esta creencia se hunde más profundamente de lo que podríamos aceptar en nuestras prácticas lingüísticas. Ese uso empirizante se nos vuelve peligroso cuando se extiende hasta nuestras tentativas de hacer usos teóricos y políticos de la retórica al pensar la supuesta configuración del individuo en sujeto por el lenguaje. La posibilidad moderna de entender el poder persuasivo del lenguaje en términos de ideología lo prueba.
Nos refiere Diógenes Laercio que para los estoicos lo “Pithanon es un axioma que arrastra al asentimiento [sugkataqesin] [...].” En su trabajo de reformulación de las prácticas especulativas y políticas marxistas, Althusser trató esa “empresa de convicción-persuasión” del asentimiento por obra de lo piqanon como fuerza ideológica del lenguaje, situando a la operación de la interpelación como su mecanismo político principal. Althusser trata el mecanismo de la interpelación como potencia que induce-produce las “verdades” políticas sobre las que los individuos pensarán, dirán y vivirán sus prácticas. La interpelación ideológica es “[…] la producción de lo que nos parece la evidencia misma”: la conformación de la experiencia vivida de nosotros mismos como sujetos políticos. A partir de que Althusser leyó lo piqanon en términos de un supuesto poder “eficaz absoluto” del lenguaje, la cuestión de “[…] lo que el texto realmente hace con nosotros”, según la formulación de Paul De Man, ha estado a discusión.
Siguiendo las hipótesis nietzscheanas de la naturaleza retórica del lenguaje, De Man afirma que el lenguaje debe tratarse como un “poder posicional” o “figurativo” que se confunde con un funcionamiento tropológico…