Fragmento de la conferencia dictada durante las V Jornadas Mexicanas de Retórica.
Dra. Ana María Martínez de la Escalera
A fines del siglo pasado, tras el regreso de la democracia en aquellos países del Cono Sur que habían padecido la violencia dictatorial, se va perfilando una modalidad de participación social, de tomar parte en lugar de permanecer en silencio, que articula la toma de la calle con la toma de la palabra. No está de más recordar que durante la dictadura las calles se vacían. Hay horas prohibidas al tránsito de personas, estas últimas no pueden caminar por la calle si van acompañados pues se considera una señal de sedición. Si antes la gente tenía por costumbre en épocas de calor ocupar la puerta de su casa y la vereda frente a ella para instalarse en busca de la ansiada frescura del atardecer, esto se olvidó completamente. En Montevideo, hace pocos meses salió una iniciativa ciudadana que hacía un llamado a tomar nuevamente las aceras o veredas como antaño para reinventar la socialización solidaria. Cabe recordar que la única ocasión de toma de la calle durante la dictadura y después, se daba durante el carnaval[1], y en particular durante las Llamadas (celebración de la negritud). Parece haber una relación entre la reactivación del Carnaval, y su emblema el Candombe negro, con la experiencia se diría emancipadora de la toma de la calle. Uruguay —antes un país definido por su criollismo[2]— encuentra en el Candombe de los ex esclavos negros, la representación más exacta de su nacionalismo postdictatorial. Esta vez no es un nacionalismo oficial y oficioso; se trata de una decisión semántico-política libre y quizás radical de un pueblo que vivió la tiranía y baila al sonido del tamboril de la libertad. He aquí un ejemplo contundente de una operación retórico-política: la reversión de la catacresis (inversio o trueque de Quintiliano, hipérbaton o anástrofe).Lo que fue un emblema específico de una cultura marginada, y antes lo había sido de un grupo esclavo, se generalizó, se extendió y compartió con toda una nacionalidad que resulta así, una multicultural y además una culturalmente crítica, que insiste en debatir al recordar que la nación nunca fue criolla como se pretendía. Revertir la catacresis[3] es hacer política contestataria; es una crítica-política al racismo.
[1] La negritud…
[2] La ideología criolla, que niega la matanza de comunidades autóctonas y la exclusión de comunidades negras, descendientes de esclavos, tendrá que ser revisada y puesta en cuestión. Este no es el lugar de hacerlo, pero podemos sugerir algunos textos que sí lo hacen.
[3] Este término sin embargo no me convence. La modificación se debe a la fuerza del emblema, el cual como sabemos, pertenece al discurso, al relato y a la historia.