Naturalización y universalización, invisibilización y olvido

Rosa Nidia Buenfil

En diversos momentos de su obra Derrida reitera que la tarea deconstructiva involucra un cuestionamiento de la naturalización, en sus diversas modalidades. La naturalización de la metafísica, de la violencia, de las formas jurídicas, las estructuras institucionales, de las disciplinas académicas, entre otras cosas.

Por qué la naturalización concierne a Derrida, en primer lugar porque conlleva una forma de neutralización a la cual siempre va a oponer su estrategia deconstructiva, porque la naturalización va en contra de la historicidad y politicidad.

Neutralizar equivale siempre … a neutralizar. Al naturalizar, al aparentar que se considera como natural algo que no lo es, y nunca ha sido, se neutraliza … la intervención activa de una fuerza y un aparato. Al hacer pasar por naturales (fuera de dudas y de transformaciones, por consiguiente) las estructuras de una institución pedagógica, sus formas, sus normas, sus coerciones visibles o invisibles, sus cuadros, todo el aparato …parergonal y que pareciendo rodearla la determina hasta el centro de su contenido, y sin duda desde el centro, se encubren con miramientos las fuerzas, los intereses que, sin la menor neutralidad, dominan, se imponen- al proceso de enseñanza desde el interior de un campo agonístico heterogéneo, dividido, dominado por una lucha incesante. (Derrida, 1982, 60)

La naturalización es el borramiento de las huellas de un comienzo siempre violento y se perfila como una acción política por excelencia mediante la cual se pretende dar un carácter necesario, incuestionable, universal a priori, a aquello que es resultado de una articulación contingente. Mediante el intento de disolver las huellas de la decisión instituyente, del momento de la exclusión, jerarquizaciónes y delimitaciones de fronteras, se conforma un sistema inclusionario/exclusionario

La naturalización disimula la lucha en los momentos instituyentes, encubre que siempre se está situado en espacio y tiempo, y desde una posición en un campo de fuerzas. La objeción que Derrida plantea a la naturalización está implícita en una economía de la violencia. La lectura deconstructiva disloca las determinaciones estructurales de un campo de fuerzas, visibilizando los supuestos impensados, con todo aquello que acompaña situacionalmente el texto (filosófico, jurídico, de género, de la violencia, de la metafísica, institucional, etc.).

La desedimentación y la reactivación de los momentos de decisión que excluyen y demarcan el interior y el exterior, permiten recuperar las dimensiones ética y política del texto haciendo del olvido del comienzo y la naturalización del sentido un objeto visible, mostrando sus huellas y poniendo de relieve la responsabilidad que parecía haber sido borrada.

La naturalización es una intervención política y la deconstrucción de lo natural es el pensamiento de una politicidad estructural que muestra la radical contingencia de la institución de una tradición en el marco de una lucha política. Derrida sostiene cómo la huella es muestra de que el origen lejos de ser prístino o la esencia que es idéntica a sí misma, es ya la inscripción, la articulación.

Derrida sostiene una relación de exterioridad e imbricación entre política y filosofía en tanto prácticas que no son lo mismo, lo que una intenta institutir y normalizar la otra deconstruye y desestabiliza, y al mismo tiempo se requieren la una a la otra y sus fronteras se mueven produciendo traslapes y yuxtaposiciones. Toda una aporía. En esa tesitura, el uso político que me interesa desde la perspectiva de investigación en la que me inscribo y el horizonte teórico del que abrevo, el APD no sólo cuenta entre sus recursos heurísticos varias nociones derrideanas sino en especial en la ocasión de esta conversación, la de naturalización resulta de interés político desde el propio Derrida y se acrecienta al ser inscrita en las investigaciones sobre reformas educativas contemporáneas.

Como parte de la inscripción de la noción de naturalización en el marco del APD, también debo apuntar que la propia lógica de la desnaturalización, desedimentación, historización y visibilización del momento contingente de institución de un discurso, está involucrada en la noción de universalización de Laclau. Universalización es entendida como proceso hegemónico en el cual una fijación temporal establece los límites de lo incluido y lo excluido de una configuración significante en el contexto de relaciones de fuerzas políticas, intelectuales, culturales, académicas, institucionales, disciplinarias, de género y un largo etcétera. Desde este horizonte teórico, también es la tarea del analista, rastrear las huellas del momento de radical contingencia en el cual se decidió tal fijación y se establecieron las fronteras correspondientes entre una interioridad y aquello que al ser excluido queda como exterioridad constitutiva. Este momento de la decisión que marca la frontera, es la respuesta a una dislocación estructural constitutiva que se presentifica y reclama un principio estabilizador, aunque sea parcial y temporal. Como puede observarse el registro político opera en la dislocación y en la respuesta instituyente de un principio estabilizador.

Toda esta disquisición ¿cómo me sirve para mis referentes ónticos, situados históricamente? Ofrezco un ejemplo esquemáticamente con el fin de hacer accesible el uso analítico del recurso de intelección mencionado. La exigencia de la productividad académica parece que llegó para quedarse y se ha naturalizado en políticas institucionales de la vida académica. Mucho de nuestras actividades se rigen por tal criterio y confieso que personalmente me agrada autoevaluarme anualmente y encontrar que sí fui productiva, así como también me incomoda encontrar que no lo fui. A ese grado se ha naturalizado en mí el famoso criterio de la productividad académica. Si bien la productividad académica ha sido muy criticada, mi punto no es tanto condenarla por ser producto del neoliberalismo a secas. Me interesan análisis más finos y precisos, por ejemplo, indagar cómo es que se convirtió en algo natural, de dónde viene, qué se articuló en su trayecto, qué fuerzas intervinieron en su inscripción en las políticas institucionales mexicanas.

Si bien la productividad procede del vocabulario de la economía,[1] desde hace mucho tiempo se ha metaforizado a otras áreas de conocimiento, entre las cuales la de la administración sobresale. De aquí se generaliza su uso a múltiples contextos iterándose, conservando algo de su significado y alterándolo. Los organismos internacionales han encontrado en estas configuraciones de sentido recursos que operan en la administración institucional acordes a una serie de orientaciones hacia la economía de los recursos, su uso apropiado y la rendición de cuentas: si Conacyt me da un monto para apoyar a mis estudiantes de posgrado, o para apoyo en la investigación, ese monto debe ser usado para eso y no otra cosa y yo debo dar cuenta de ello. Esa es la lógica general. Y si puede usar menos recursos y generarse la misma productividad, nos empujará a ello. Esa es la lógica administrativa.

¿Cómo es que esta racionalidad se instala en las políticas nacionales, ¿en las instituciones públicas?, ¿en las relaciones entre disciplinas?, ¿entre tradiciones teóricas? ¿Qué articulaciones y antagonismos se despliegan en la inscripción de esta racionalidad en estos distintos ámbitos? Estas son otras preguntas que requieren ser investigadas antes de la condena automática e inmediata. La internalización de las recomendaciones procedentes de las agencias es cada vez más intensa debido a procesos que todos conocemos (interdependencia económica, política, cultural, etc.), asimetría en las relaciones de poder en las regiones, etc., y todo ello opera en los condicionamientos que los préstamos traen consigo. Y de nuevo, la productividad aparece como una garantía de que los recursos se están usando eficientemente en aquello para lo cual fueron solicitados. Rastreando las huellas de diversos procesos, enfocando su emergencia y procedencia (diría Foucault) es posible visibilizar las articulaciones contingentes que hicieron posible estos parámetros de la productividad, mostrar sus vínculos específicos con otras textualidades, campos de conocimiento, principios polìticos y del neoliberalismo económico que le inscriben el valor como lo conocemos hoy.

De lo anterior entonces no se deriva una posición acrítica, sino una actitud político-académica de investigación que en vez de repetir y naturalizar ahora que “la productividad es un criterio del neoliberalismo y por tanto es opresivo y debe ser rechazado” lo que busca es argumentar críticamente la no naturalidad, la no necesidad, la historicidad y por tanto el carácter temporal, contestable y transformable de cualquier dogma.

Referencias

Derrida, J. (1982) “Dónde comienza y cómo acaba un cuerpo docente” en AA VV Políticas de la Filosofía, México: FC

Derrida, J. (1988) El origen místico de la autoridad, en (1997) Fuerza de ley Madrid: Tecnos

Derrida, J. (1995) Dar el tiempo Barcelona: Paidos.

Martínez de la Escalera, A. (Editora) (2005) Adiós a Derrida México: UNAM.

[1] De acuerdo con la Real Academia Española productividad es un concepto que describe la capacidad o el nivel de producción por unidad de superficies de tierras cultivadas, de trabajo o de equipos industriales.
Se ha rastreado el uso del término “productividad” en los comienzos de la economía política 1615, en el siglo XVIII en un artículo de Quesnay (1766). Posteriormente se ubica en el siglo XIX en escritos de Littre quien definió la productividad como la “facultad de producir”, es decir, el deseo de producir, de Marx para quien “…el grado social de productividad del trabajo se expresa en el volumen de la magnitud relativa de los medios de producción que un obrero, durante un tiempo dado y con la misma tensión de la fuerza de trabajo, transformada en producto…”. En el campo de la economía, se entiende por productividad al vínculo que existe entre lo que se ha producido y los medios que se han empleado para conseguirlo (mano de obra, materiales, energía, etc.). La productividad suele estar asociada a la eficiencia y al tiempo: cuanto menos tiempo se invierta en lograr el resultado anhelado, mayor será el carácter productivo del sistema.
Otro momento de las huellas es a principios del siglo veinte que el término adquirió un significado más preciso como una relación entre lo producido y los medios empleados para hacerlo.

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