Dialogo con los espectros, tiempo y justicia en Jacques Derrida

Circe Rodríguez Pliego

No se quiere permitir que algo reaparezca puesto que lo pasado pasado está, pero la espectralidad trastoca este tranquilizador orden de los presentes y sobre todo la frontera entre el pasado y el presente la espectralidad desbarata esta oposición[1].

El videoasta español Marcelo Exposito en “No reconciliados”, quinto video de la serie Entre sueños, utiliza la figura de Hamlet para ubicar en un campo problemático los diferentes fragmentos que conforman este trabajo, recordemos que en la obra shakesperiana el príncipe de Dinamarca es visitado por el fantasma de su padre quien aparece para revelarle una verdad terrible y violenta, verdad que desencadena una sucesión de hechos de igual cualidad. Así, la referencia al espectro en la obra de Shakespeare y a la violencia que desencadena en la ficticia Dinamarca, anticipa la aparición de otros espectros y otras violencias, aquellas que produjeron cerca de 30,000 desapariciones durante la última dictadura en Argentina. Al igual que en la obra inglesa el espectro de la violencia atraviesa el documental de inicio a fin, pero a diferencia de la tragedia, la espectralidad, que con su presencia trastoca el presente, no es augurio de muerte, ella contiene una cimiente afirmativa vinculada al porvenir.

       En la obra de Exposito se manifiestan diversos espectros el de Hamlet, el del filósofo argelino Jacques Derrida y el que se hace presente a través de la figura del desaparecido. Es esta última figura espectral la que retorna una y otra vez, la espectralidad del desaparecido, o el desaparecido como espectralidad se manifiesta en la puesta en escena del Periférico de objetos, en el Siluetazo y en las acciones realizadas por el colectivo HIJOS, la producción de materiales gráficos y sus intervenciones callejeras. A través de estas acciones estético-políticas aquellos que no estaban se hacían presentes, volvían para, como el fantasma shakesperiano, manifestar una verdad que se intentó silenciar, esto es para hacer recordar que su ausencia era producto de la violencia -militar.

       El tiempo está fuera de sus goznes, dirá Hamlet, The time is out of Joint, el tiempo está desquiciado, trastornado, sin embargo, el desajuste no existe gracias al espectro aunque sea él quien hace notar que hay una falta, que algo ha pasado y ha corrompido nuestro tiempo. Sin embargo, el espectro sí trastoca la temporalidad lineal y progresista, él se manifiesta en un aquí y un ahora, pero, ya que no pertenece propiamente al presente no puede sino complejizar la temporalidad, es una ausencia que rompe con la concatenación pasado-presente-futuro, constatando con ello que el pasado no es algo superado de una vez y para siempre sino que siendo extranjero “habita” el presente, lo asedia.

       La figura espectral no sólo desencadena pasado y presente, hace el propio con la oposición entre pasado-futuro y presente-futuro, de suerte que su irrupción hace inoperante diferenciar “entre un espectro del pasado y un espectro del futuro, entre el pasado presente y el futuro presente”[2]. La espectralidad hace vacilar los límites entre lo que regresa, lo que restituye el pasado y lo que anuncia un futuro: “El espectro será siempre un (re)aparecido: recuerdo presente de un pasado pero siempre por venir”, en este sentido el espectro es como una promesa o es una promesa, un compromiso que se hace con los otros hacia y desde el futuro, y ese compromiso no es la búsqueda de justicia.

Y es justamente su relación con la justicia la que confiere al espectro su carácter de porvenir.

“Hay que hablar del fantasma y con él, desde el momento en que ninguna ética, ninguna política, revolucionaria o no parece posible, ni pensable, ni justa, si no reconoce como su principio el respeto por esos otros que no son ya o por esos otros que no están todavía ahí, presentemente vivos, tanto si han muerto ya, como si todavía no han nacido. Ninguna justicia parece posible o pensable sin un principio de responsabilidad, más allá de todo presente vivo, en aquello que desquicia el presente vivo ante los fantasmas de los que aún no han nacido o de los que han muerto, victimas o no de guerras, de violencias políticas o de otras violencias, de exterminaciones nacionalistas, racistas, colonialistas, sexistas o de otro tipo…”[3]

El espectro nos mira sin que podamos devolverle la mirada, es el efecto visera del que habla Derrida, el espectro ordena sin poseer visibilidad, con lo anterior el pensador argelino hace referencia a la ley, la ley es aquello que deja sentir su fuerza sin necesidad de requerir ser vista. Sin embargo, ley y derecho positivo no son equivalentes, la ley a la que se refiere el filósofo excede el derecho, ésta es un reclamo de justicia.

       Pero la justicia nada tiene que ver con los planteamientos estatales referentes a la reconciliación, en el caso Argentino las leyes de obediencia y punto final que el gobierno de Menen decretó apelaban al olvido en aras de un bien común, planteado en términos de un bien mayor, pero en el trasfondo intentaban imponer el olvido dejando sin resolver los crímenes y acallando el dolor personal y colectivo. Este tipo de legislaciones lejos de ser actos de justicia son formas de impunidad que apelan a una especie de borrón y cuenta nueva.

       Ante el silencio impuesto se hacía imperante elevar las voces, romper con la censura, y eso es precisamente lo que la agrupación HIJOS y otros colectivos han hecho. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos, frases que resumían el sentir de un grupo de jóvenes, muchos de ellos hijos de desaparecidos, a quienes se les pedía el olvido y la resignación, jóvenes que lejos de responder afirmativamente a las pretensiones “restauradoras” sabían que mientras los espectros estén presentes no hay posibilidad de dejar nada atrás, el trabajo de HIJOS pone en cuestión los intentos de suprimir la memoria en aras de una supuesta unidad nacional que garantice la estabilidad que el mercado, a través de la inversión extranjera, necesita. De igual manera estos jóvenes se oponían al marasmo que el neoliberalismo imponía a las formas de politización de la existencia. Las acciones de HIJOS son acciones de resistencia en dos sentidos contra la petición de olvido y contra la concepción neoliberal de la subjetividad como sujeta al consumo.

“Para zafarse de la camisa de fuerza del consenso neoliberal hizo falta adoptar como metodologías básicas de irrupción en el espacio público la acción directa y la desobediencia civil. Dicho con otras palabras me parece que fue necesario volver a poner el cuerpo en la acción política, haciendo que fuera éste el que hablase y se mostrase como un espacio fundamental del conflicto, planeando al mismo tiempo ese conflicto en términos de colisión entre lo legal y lo legitimo”[4].

En los escarches y en las acciones de HIJOS los contenidos programáticos de movimientos como el suprematismo o el constructivismo se realizan, aquellos que planteaban la reconfiguración de las relaciones entre el arte y la experiencia cotidiana. Tal como sostiene el productor español, las acciones exponían las tensiones existentes entre la politización del arte y la estetización[5] de la protesta social, así como las tensiones entre lo legal y lo legítimo.

       La justicia no es una reclamación contractual sino un acto de responsabilidad que nos compromete con los otros, siguiendo a Derrida el compromiso se adquiere con los que no están presentes ya sea porque están muertos, han sido asesinados, o porque aún no han nacido, en las acciones argentinas los desaparecidos regresan como espectros, las siluetas de hombres, mujeres, niños, bebes y mujeres embarazadas son manifestaciones que evocan a los ausentes haciendo manifiesta la persistencia del pasado en el presente. Ahora bien, es en el momento actual donde se plantea la demanda de justicia, y por tanto la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos con los que se ha ido, pero también con los que están por venir; “la justicia es hospitalidad como apertura al acontecimiento”, es decir, apertura al otro y trabajo para hacer posible un futuro en el que nunca más se vuelvan a repetir los horrores que aquejaron a los fantasmas, y que aquejan a tantos otros.

       El espectro/ desaparecido vuelve como un testimonio que impide el olvido y como una demanda de justicia, el tiempo está desquiciado, suerte infausta que ha querido que sea yo el que lo reencause dirá Hamlet, suerte infausta que condena a cada uno de nosotros a reencausarlo, a luchar contra el olvido y a demandar una justicia por venir, pero que a cada instante parece más imperiosa.

[1] Ver, M. Exposito, No reconciliados

[2] Raimundo Mier, Derrida: Los nombres del duelo, el silencio como claridad, En DERRIDA, Jacques, Las muertes de Roland Barthes, Taurus, México, 1999. Edición digital de Derrida en castellano

[3] Jacques Derrida, Espectros de Marx, traducción José Miguel Alarcón, Trotta, Madrid, 1995

[4] Exposito, Generación Hamlet

[5] Es importante señalar que el término aquí empleado se aleja de la interpretación benjaminiana. Recordemos que para el autor alemán la estetización de la política era una estrategia empleada por el nacionalsocialismo para hechizar a las masas, al mostrar la monumentalidad y esplendor del régimen

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