“Asamblea General, asamblea popular: modos de existencia de territorios en lucha”

Esta ponencia presenta una breve introducción al vocabulario heterónomo trabajado durante 30 años y en especial los últimos tres, por la Asamblea general de pueblos, colonias, barrios y pedregales de Coyoacán que ha quedado registrado en la memoria de las luchas por territorio y en defensa del agua. Es parte de un compromiso que desde la teoría crítica suscribimos con la Gente del Manantial. Los nombres, nociones, categorías, conceptos y consignas son el resultado del largo proceso de toma de la palabra y ejercicio de réplica y de desacuerdo más allá de la democracia representativa, para manifestar demandas, para repensar críticamente su situación y de manera solidaria enfrentarla, y sobre todo para poner en práctica una experiencia otra del existir a la que se decide nombrar Asamblea general, con el mismo apelativo que sus tomas de decisión. Finalmente, quisiera argumentar que no es la demanda (Laclau, Butler), o su naturaleza representativa la que unifica las luchas anticapitalistas de los cuerpos sino las prácticas y experiencias solidarias y de resistencia a través de las cuales se teje comunidad otra.

*Parte del texto presentado por Ana María Martínez de la Escalera durante el 2do. Coloquio Internacional “Heteronomías de la Justicia: territorialidades y palabras nómadas”

“Memorias de las luchas”

[La socialdemocracia] Se complacía en atribuirle a la clase obrera el papel de redentora de generaciones futuras. Con ello le cercenaba el nervio de su mejor energía. En esa escuela la clase desaprendió tanto el odio como la disposición al sacrificio. Pues ambas se nutren de la imagen de los antepasados avasallados, no del ideal de los nietos liberados.
Walter Benjamin, Tesis XII,  Tesis de filosofía de la historia

¿Como hacer memorias de las luchas de los pueblos, de las comunidades, de los movimientos sociales, que no se confundan con una memoria de las victorias obtenidas en un combate, con una memoria de las ganancias entendidas en términos de la utilidad y del usufructo? ¿Habría memorias de las luchas que no requieran el concepto de triunfo, la sombra de la euforia, la arrogancia del vencedor y de la humillación del vencido, la vergüenza de haber perdido? Nietzsche en Humano, demasiado humano escribía que “La buena victoria debe alegrar al vencido”. Es decir, ¿sería posible conceptualizar una memoria de las luchas sin concebirla como la narración de un combate, sin que se constituyan en el recuento de ordalías en donde se probó la superioridad o el sometimiento? ¿De las memorias de las luchas es dable extirpar las crueles fiestas del vencedor que erigen monumentos alados y arcos triunfales? ¿De esas memorias podemos, debemos arrancar la desolación del vencido?

*Parte del texto presentado por Francisco Barrón durante el 2do. Coloquio Internacional “Heteronomías de la Justicia: territorialidades y palabras nómadas”

“El concepto de performatividad en Judith Butler”

El pasado sábado 21 de septiembre se llevó a cabo la segunda sesión mensual del taller “Lecturas feministas contemporáneas” en el Museo de la Mujer. Esta segunda sesión estuvo a cargo de Erika Lindig y Francisco Barrón.

Puede verse el video de la sesión aquí.

Se usaron dos presentaciones: esta y esta.

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“Discurso, memoria y justicia”. Nuevo número de la revista “Estudios del discurso”

“La memoria construye el pasado discursivamente y lo hace desde espacios de enunciación múltiples, cuya marca nos interesa pensar como colectiva; ella refiere al pasado, y al hacerlo resiste, pone en cuestión las narrativas formuladas desde los poderes simbólicos, materiales, fácticos; además, señala sus efectos, es decir, tiene una dimensión crítica.

De esta manera, la memoria se hace acompañar de la potencia política (retórica) del discurso, de la fuerza de invención colectiva la cual promueve relaciones que cuestionen el orden de la experiencia, las narrativas vencedoras (Benjamin) y aquellas que intentan apropiarse del sentido. Su acción crítica nos permite reparar en aquello que acusan los silencios, busca enfatizar lo que ha sido borrado, obliterado.

Pero las memorias –por ejemplo de las luchas– son disputada discursivamente por fuerzas que buscan apropiarse el decir sobre el pasado y del orden que éste ayuda a instaurar, recordemos que el archivo instituye y conserva (Derrida).”

Parte de la presentación al número de Circe Rodríguez

En el número aparece dos artículos de integrantes del #SeminarioAE:

Ante las violencias del olvido, figuras otras del discurso

Ana María Martínez de la Escalera

Lourdes Enríquez Rosas

Introducción

Una de las tareas de la filosofía en la actualidad es dar respuesta a las demandas del activismo de las mujeres y a sus movimientos. Sin la escucha y sin respuesta, la filosofía feminista estaría ejerciendo sobre los movimientos de las mujeres, una suerte de violencia del olvido. Negar la palabra e imponer un vocabulario y agendas específicas al activismo y a los movimientos es una modalidad de olvido. En otro sentido, la respuesta ―ejercicio de responsabilidad ante los saberes de la alteridad― tendrá lugar al abrirse la conversación entre las voces, sermo o diálogo entre diversas voces cuya marca es la pluralidad, la diversidad y la alteridad, además de la postulación libre de ideas. Las demandas de las mujeres, en su diversidad, tienen en común por un lado echar a andar procedimientos para la visibilización de la dominación y por el otro el deseo de transmisión y afirmación de la experiencia de las luchas, contra la sujeción y sus saberes. Ante ello la filosofía recurre a modalidades del pensamiento crítico afines a dichas demandas. Entre las luchas se encuentran aquellas por el sentido: luchas por producirlo de manera heterónoma y por cuestionar sus usos y efectos hegemónicos. Estas luchas por y desde la configuración del sentido le competen a la filosofía crítica feminista. Así, mostrar cómo se suscitan los efectos del sentido compartido y hegemónico sobre el discurso, sobre la subjetividad y sobre el ámbito de las acciones públicas y colectivas (efectos nocivos pues realizan la sumisión), será parte de los trabajos cotidianos de las filósofas, más aún si su práctica es feminista. La única guía de esta práctica es la de llegar hasta donde la crítica empuje al debate colectivo; más allá de las coyunturas, y por ende, pensamiento sin condición. Contra la sumisión del pensamiento la crítica es un instrumento considerable. Sus marcas se señalan a continuación.

Pensamiento sin condición

Jacques Derrida contribuyó al pensamiento crítico de las mujeres contemporáneas proponiendo una filosofía en y fuera del formato universitario, cuya principal fuerza estaría en su carácter autónomo. Se trata en este caso de una autonomía sin reducción al marco de lo legal o a su reclusión en una institución (como la autonomía universitaria). La autonomía nombra, por lo tanto, una forma de proceder no marcada por el hábito o la regla ni en respuesta estricta a lo coyuntural; tampoco se trata de un procedimiento modelizado por las reglas de la institución educativa o de la academia, incluyendo sus maneras de publicación; la autonomía es sobre todo una modalidad crítica de conducción de ideas y su realización, de puesta en cuestión permanente de la producción e intercambio de saberes, y sus efectos sobre la relación entre los cuerpos. En especial la crítica tendrá que “anunciar lo peor” en estas relaciones (jerárquicas, autoritarias, de dominación) para alertar contra su nocividad. Así es: la crítica enseña a tratar con “el fantasma del regreso de lo peor” (parafraseando a Derrida en sus Espectros de Marx), es decir el regreso de lo que sin ser “nuevo”, se vuelve no anticipable a través de procedimientos de olvido social y político, por ejemplo, recurriendo a la figura de la declaración de la “historia oficial” que cierra y evita el cuestionamiento y la demanda de justicia. La defensa conservadora contra la legalización del aborto es un ejemplo típico de lo que, siendo no nuevo, tampoco es predecible en su especificidad; por ello la lucha jurídica feminista consiste hoy en restar fuerzas al argumento de la objeción de conciencia, que está siendo ya debatido ante las instancias jurídicas: no siempre es previsible el regreso de lo peor. Nos referimos a situaciones como la siguiente: la arremetida de las tácticas conservadoras contra la legalización del aborto tan duramente conquistada en la arena jurídica. Habrá que desconfiar tanto de la memoria repetitiva que automatiza, tal cual el uso de lemas catacréticos, como también del valor de lo “nuevo”; de la capitalización anamnésica por parte de agendas globalizadoras de los derechos humanos, diseñadas en consonancia con instituciones patrocinadoras y que se vuelven el único interlocutor privilegiado en la producción de la memoria social y de los abusos, como de la exposición anamnésica, mediante dispositivos de exhibición tecnológicos o mediante la implementación de esas conversaciones entre la autoridad médica y el paciente, regidas por dicha autoridad y desapego, a algo que ya no sería en absoluto identificable, ya sea por el olvido sistemático o por la condición imprevisible de lo absolutamente nuevo. Política del olvido y la memoria (Derrida, El otro cabo 13-17). En el caso de las Madres de Plaza de Mayo, la decisión de abandonar el pañuelo con el nombre del hijo o hija desaparecidos y extender la demanda de justicia incluyendo a todos los asesinados por el régimen dictatorial, ratificó la lucha contra la capitalización del recuerdo. Cuando la memoria y el duelo quedan recluidos al afecto por el o la hija desaparecidos, se privatizan las afecciones de los cuerpos, se naturalizan las emociones y los sentimientos sobre la figura del individuo, y la memoria, que debe ser colectiva, se pierden en la práctica del luto (Hebe de Bonafini). Las Madres aprendieron desde la experiencia colectiva a politizar la memoria.

Parte del texto presentado durante el Foro “Reflexiones actuales sobre Feminicidio”