José Francisco Barrón Tovar
Cuando pensamos la violencia normalmente lo hacemos a través de un discurso que la plantea en relación con una institución estatal o con una fuerza salvaje. Nuestro discurso, con el que hablamos de la violencia, depende de nuestro lenguaje político. En su ausencia, o en exceso de lo político, es que aparece la violencia: o nos someten, o nos dejan sin instituciones que nos protejan. Las coordenadas en las que se coloca la violencia dependen de un plano político bien determinado casi siempre: “el estado nos violenta” o, acaso, “hay que exigir a la institución que nos cobije de esta fuerza desmedida que nos ha herido”. Pero, ¿se nos escapa alguna forma de violencia al quedar situados en este plano político? ¿Una violencia que ni siquiera podríamos decir?
Y si este plano político es donde ponemos la violencia, por otra parte, una imagen nos da la configuración para describir sus efectos y procedimientos. Es que la violencia, por las imágenes de imposiciones explosivas que conducen nuestro pensamiento de ella, siempre es para nosotros desmembramientos de cuerpos, heridas profundas, hambre provocada, imposibilidad en los deseos, producción de vulnerabilidad… La violencia no puede ser callada o silenciosa, no puede acontecernos “de modo inaudible“. Todo un escándalo. Esto último nos gusta pensarlo con los discursos del poder, de la alienación, de la manipulación, la fuerza y la propaganda. Nos gusta ilustrar la violencia como un estallido. Momentáneo o que perdura, eso no importa mucho, se trata de un arrebato, una exaltación, un bombazo y un estrépito que nos gusta decir que es intolerable y que no debe permitirse.
¿Y si pudiéramos elaborar un discurso en el que la violencia fuera “la más silenciosa” de nuestras horas? ¿Y si experimentamos con nuestros discursos para decir toda nuestra violencia que no cabe en ese discurso político ruidoso? ¿Existe esa violencia? Experimentemos con un discurso más estético, digamos. ¿Y si tratamos de decir la violencia desde la experiencia o desde la sensibilidad corporal podríamos pensarla de otra manera?